Ya se han despejado las principales incógnitas preelectorales, en Canarias como en el resto de España. Entre los grandes partidos, el PP nacional ha esperado más de lo previsto hasta anunciar este fin de semana sus principales candidaturas para las elecciones del 24 de mayo. Los conflictos internos, las situaciones judiciales de algunos aspirantes y las dudas existenciales del aparato han determinado el retraso, aunque la solución final no acaba de convencer, como ocurre en el PSOE, ya que algunos militantes que se encuentran en idénticas circunstancias procesales o prejudiciales son tratados de distinta manera. Deben ser las filias y fobias que habitan en los aparatos de poder de las formaciones políticas. Entre los populares canarios, la renovación brilla por su ausencia. Juan José Cardona opta de nuevo a la Alcaldía de Las Palmas y no puede decirse que ni María Australia Navarro, candidata a la Presidencia del Gobierno autonómico, sorprendente novedad de última hora, o Mercedes Roldós, aspirante al Cabildo grancanario, aporten ese aire fresco que necesita el primer partido de Canarias. Ambas son ya veteranas de la política y las dos han probado suficientemente su lealtad a José Manuel Soria, cuyo dedo decisorio ha sido el que ha impuesto la designación, lo mismo que ha hecho el dedo divino de Rajoy en Madrid con Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes. Por cierto que en Canarias dos mujeres van a competir, sin que existan precedentes, por la Jefatura del Gobierno: la propia María Australia y Patricia Hernández, la embarazada candidata socialista, que habrán de vérselas con otros dos rivales de peso: Fernando Clavijo, de CC, y Román Rodríguez de NC.
Tenerife y el poder de Soria
En el caso de Tenerife, sin despejar aún el futuro del senador Alarcó, actual cabeza de lista en la Corporación insular, repite Cristina Tavío en Santa Cruz, tras una etapa de difícil papel de oposición municipal, en tanto Manuel Domínguez, líder del partido en la Isla, dobla candidatura ya que reincide en Los Realejos, donde ha realizado una buena gestión como alcalde, y encabeza la lista para el Cabildo. Se supone, por otra parte, que el PP respaldará a la arquitecta Ana Zurita, hoy concejal por Santa Cruz de Tenerife, en su deseo de aspirar a la alcaldía lagunera en lugar de Pedro Suárez.
Retirado Manuel Fernández, habrá que esperar a ver qué papel reserva Soria al palmero Asier Antona, quien hasta hace unos días parecía el mejor colocado para ganar su designación como aspirante a la Presidencia del Ejecutivo autonómico. Pero ni él ni la delegada del Gobierno, María del Carmen Hernández Bento, el rostro femenino de la moneda presidencial, han podido igualar ante el ministro la fidelidad a toda prueba que le viene garantizando Navarro. Y Soria ya se sabe que lo que quiere, por encima de todo, son lealtades inquebrantables.
En los años que llevamos de democracia, no conozco un caso de arrogancia y personalismo político como el que representa el ministro. No es que tenga poder en el PP canario; es que el poder es él mismo, su sacrosanta voluntad, su ordeno y mando. Los órganos del partido son figuras decorativas, nominalismos formales que no pintan nada y se limitan a ratificar sus designios. Desde 1999, en el PP canario se hace lo que dice Soria, y punto. No pocos de sus dirigentes de ayer y de hoy comentan en privado -a mí me lo repiten con frecuencia- lo que públicamente callan sobre la gestión omnímoda de Soria: es un fiel seguidor de la conocida doctrina Alfonso Guerra según la cual quien se mueve, no sale en la foto; es decir, se le aplasta políticamente, y santas pascuas.
Más críticas al presidente
Otras críticas bien encaminadas se refieren a la nula capacidad de diálogo e influencia del PP de Canarias en las altas instancias del partido, si no pasan previamente por el visto bueno de Soria, a quien se atribuye una gran influencia ante el presidente Rajoy, tanto da en los asuntos del partido como en otros referidos a las relaciones de las Islas con Bruselas y con el Gobierno central, por no citar los temas que se incluyen en las competencias específicas del ministro, como el turismo, la energía, las telecomunicaciones, las pymes industriales, etc. Si no interviene el dirigente popular canario, no hay nada que hacer.
Los personalismos de Soria alcanzan, si le interesa, situaciones que rayan lo escandaloso, como sucede con José Miguel Bravo de Laguna, a quien un día recuperó para la política tras haberlo apartado de ella sin piedad, y ahora vuelve lo mismo: lo deja fuera de las listas por haber defendido los intereses de la isla de Gran Canaria en vez de aquellos otros que, sostenidos al menos en parte por el propio Soria, parecían alinearse más con los que representa la cadena Riu, dueña del controvertido hotel Oasis de Maspalomas. Lo mismo acontece con su candidato áulico al Consejo Rector de la RTVC, Juan Santana, manifiestamente no idóneo para ese cargo de nueva creación, lo que ha impedido la puesta en marcha del órgano directivo de la tele canaria. Y también surge el interés personal en algunos asuntos de corrupción en Gran Canaria, donde mantiene en su puesto, sin rubor alguno, a políticos quemados y señalados por la opinión pública, cuando no por la justicia, como es el caso de la alcaldesa de Telde, en lugar de exigir su dimisión. Parece mentira que un político curtido y de indudable cualificación no advierta que los tiempos están cambiando y que el clima político y las circunstancias son hoy muy distintos de los que imperaban cuando José Manuel Soria se hizo con el poder en el Partido Popular de Canarias. Hoy la devolución de la soberanía y del protagonismo al partido y a sus dirigentes constituyen un imprescindible ejercicio de ejemplaridad, transparencia y democracia real. Ya está bien de esa tendencia obsesiva por colocar peones allí donde conviene y de no consentir discrepancias, que son ahogadas en aras de la unidad de pareceres del partido.
Un ministro ausente
Da la impresión de que Soria tiene decidido no participar directamente en la política isleña y que de abandonar, cuando le toque, las responsabilidades de Gobierno con Rajoy, no volverá a las Islas, salvo que transitoriamente le convenga para colocarse en algún puesto de salida hacia la capital del Reino. De hecho, desde que dirige el PP es la primera vez que en un proceso electoral no encabeza ninguna candidatura en clave canaria. Posiblemente piense seguir desempeñando en Madrid algún cargo gubernamental y trate, además, de asegurar, en su momento, su futura elección como diputado nacional por Las Palmas.
El dirigente popular debería abrir el abanico sucesorio y preparar a su partido para un futuro sin personalismos ni determinismos sobrevenidos, en el que Tenerife pueda jugar el digno papel que le corresponde y no actuar, tal cual sucede en la práctica desde hace unos años con las demás islas -en concreto desde que Soria lo preside-, como si todas fueran filiales de Las Palmas. En esto a Coalición Canaria le sucede lo mismo pero al revés, ya que el predominio político de Tenerife es muy claro. Mientras, en el PSOE todo va de división y capa caída por la penosa gestión de su secretario general, José Miguel Pérez, un buen catedrático de universidad pero una calamidad como dirigente político, quien ha dividido y hundido al socialismo canario con su evidente incapacidad para aunar voluntades y propiciar diálogos.
Pero volviendo a Soria, a este paso le va a pasar lo mismo que a Juan Fernando López Aguilar: que puede terminar quemado por las circunstancias, pese al respaldo recogido en las urnas. El hoy ministro podía haber templado gaitas y propiciado diálogos y puentes de entendimiento entre los gobiernos de España y de Canarias, no sólo sobre la cuestión petrolera. No lo hizo porque prefirió mantener la confrontación con el presidente Paulino Rivero y alinearse siempre con las tesis del Gobierno central. También dejó solo y a los pies de los caballos al PP canario en ocasiones relevantes, fomentó el gatopardismo y la protección de los intereses propios y olvidó que un partido es, entre otras cosas, un referente para aglutinar los intereses sociales y políticos de los ciudadanos. Veremos si estos fallos no se lo hacen pagar al PP en las próximas elecciones.